Hablando con la gente de la tierra de arriba
“Cabalgo en circulo,
Llevado por el aliento de los animales
que te ofrecí en sacrificio, galopo, galopo,
soñando voy por los caminos del cielo
de todos lados vienen a saludarme las estrellas,
oh!, anciana, anciano
doncella y joven
de la tierra de arriba
en vuestro azul se regocija mi sangre.
Elicura Chihuailaf
De sueños y contrasueños, 1995.
X Abner Adaros Mundaca*
Este ensayo tiene como objetivo explicar a modo de referencia el control total, en parte del territorio, exceptuando la zona centro-sur de nuestro país por los españoles, destacando además el establecimiento de aquellas Instituciones coloniales, según el modelo de vida conquistador.
¿Qué factores hicieron posible una resistencia mas encarnizada de los pueblos de la zona centro-sur de nuestro país en contraste con los demás pueblos originarios de Chile; además de la función Institucional que comenzó a surgir en pos de la dominación Castellana?
El apego natural ancestral de los pueblos de la zona centro-sur a su tierra unida a la belicosidad innata del indígena, su excelsa organización militar tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra; por otra parte la necesidad, habilidad e inteligencia del español por crear instituciones, con el fin de regular los aspectos políticos y económicos, todo lo cual conllevó a asegurar y potencializar aún mas el dominio de los europeos en nuestro país.
Los pueblos nativos del Chile pre – hispano ubicados en el sector norte de nuestro país tales como: (Atacameños, Diaguitas, Camanchacas) fueron fácilmente sometidos juntamente con sus territorios al dominio de los conquistadores peninsulares. Para el historiador Patricio Cerda, en Patrimonio Cultural Indígena, Norte Semiárido de Chile: “Los pueblos originarios del norte semiárido no estuvieron ajenos a las “guerras de conquistas” en las fronteras al sur del imperio, tal cual ocurrió en las tierras americanas. En efecto, la entrada de los hispanos se produce en el valle de Copiapó, con exploraciones y avances hasta el valle de Aconcagua, entre los años 1535 – 1536”[1]. Siguiendo con este autor: “El registro de la crónica ibérica permite documentar las “primeras crueldades de los conquistadores españoles en el territorio chileno” (…)[2].
Pero a medida que éstos se iban internando en dirección sur de nuestro territorio se encontraron con pueblos a los cuales les costó dominar más, uno de los cuales, el pueblo Mapuche durante sucesivas guerras jamás fue sometido. Ante ésta situación los conquistadores españoles se vieron obligados a establecer con ellos variados pactos y fronteras que frenaron en parte las pretensiones castellanas de dominar todo el territorio austral. Se conoce también como relaciones de colaboración que se ven manifestadas a través de los parlamentos hacia 1641 con las paces de Quillín.
Para situarnos en este contexto debemos acudir al punto axial, referido a la guerra de Arauco. Es necesario hacer un paréntesis en este punto. El debate de la historiografía actual señala una serie de hipótesis y teorías que se yuxtaponen y así también se contraponen una con otra. Parafraseando a Sergio Villalobos la guerra de Arauco sería intensa solo hasta 1650. Jorge Pinto Rodríguez concuerda con los planteamientos de Villalobos. Este último devela lo siguiente: hacia 1650 mediante la conquista peninsular e invasión, se configura un espacio fronterizo, para Pinto Rodríguez este momento constituye el fin de la guerra de Arauco.
Es necesario, en esta discusión historiográfica, parafrasear a Leonardo León Solís, para este autor hay una guerra total entre 1550 – 1650, de ahí en adelante surgirán nuevos protagonistas para continuar la lucha, a través de los maloqueros, quienes son respectivamente indígenas, pehuenches, mapuches, huilliches; en tanto que los conchavadores, figuran como españoles mestizos, pobres. Todo lo cual representan nuevas formas para la guerra.
En este sentido Leonardo León postula: “Para los maloqueros, la lucha contra los españoles era una actividad casual e irregular que no estaba regida por los preceptos ancestrales del admapu y cuyo ethos era el oportunismo del ladron. Después de concluida la invasión, los conas retornaban a la paz de sus rehues para reasumir la vida de conchavadores, plateros guerreros en los ejércitos araucanos: el lonko maloquero retornaba con suficientes riquezas y prestigio que le permitían asumir status de ulmen o de Cacique Gobernador”[3]. Es preciso también comentar lo planteado por José Bengoa, para Bengoa la guerra de Arauco sería una invasión y expresión de intolerancia de parte de los peninsulares hacia los pueblos originarios, de manera que los conflictos coloniales aún no se han resuelto hoy.
Sergio Villalobos en sus estudios fronterizos propone que hacia 1650 se habría puesto fin a la guerra total, además de configurarse un espacio fronterizo. Sin embargo, los trescientos años de guerra planteados por los otros historiadores, - según Villalobos-, sería un gran mito.
Bajo estas circunstancias y condiciones los soldados de España debieron establecer con ellos una especie de guerra defensiva o misional, llevada a cabo por el padre Luis de Valdivia entre 1612 – 1626, solamente un dato a destacar. Luis de Valdivia se adentró al territorio mapuche, sin embargo esta expedición fue un completo fracaso… los mapuches despedazaron a los hombres que acompañaban a Valdivia. En consecuencia estos hitos llevaron a muchos hispanos a considerar nuestro país como un territorio inhóspito de pocas riquezas y de gente belicosa. Parafraseando al poeta y capitán madrileño Alonso de Ercilla y Zúñiga en su célebre obra “La Araucana” menciona a modo de ejemplo lo siguiente:
“Chile, Fértil Provincia y señalada
en la región Antártica famosa
de remotas naciones respetada
por fuerte, principal y poderosa
la gente que produce es tan granada
tan soberbia, gallarda y belicosa
que no ha sido por rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida”.
Cuando Alonso de Ercilla y Zúñiga escribe La Araucana por orden del gobernador García Hurtado de Mendoza, invitado por esta alta autoridad indiana, el poeta debe cumplir el objetivo propuesto de registrar las obras del gobernador, ensalzar, el trabajo desarrollado por Hurtado de Mendoza, no obstante, va a suceder lo contrario; el poeta madrileño lo que hará será exaltar el valor mapuche.
El párrafo anterior es solo una muestra de la calidad oratoria de su escritor. El gobernador se entera de lo escrito por Alonso de Ercilla, se ofusca con el poeta hasta el desencanto y, será allí cuando García Hurtado de Mendoza decide pagar por un texto elaborado por el inca Garcilazo de la Vega. Este poeta incaico, escribe “Arauco domado”. La presente obra llega a manos del padre del gobernador, quien en aquel entonces es nada menos que el Virrey del Perú. La noticia es bien recibida por la máxima autoridad indiana, halagando a su hijo quien “ha derrotado y apaciguado a los indómitos mapuches”. No empero García Hurtado de Mendoza, regresa al Perú hacia 1561 confiado de que ha terminado la conquista.
¿Pero que sucedió después de la partida de Hurtado de Mendoza? El nuevo gobernador que se avecinaba no era otro que Martín García Oñez de Loyola, quien arribó desde el Perú. Este español tiene una meta “conquistar a los mapuches”, llega al estrecho de Magallanes, con deseos de ambición, en busca de mano de obra y por supuesto para asegurar estabilidad de la capitanía del Reyno de Chile. Su política será mediante la vía de la diplomacia, pacíficamente, a través de un entendimiento con los líderes mapuches, por medio de reuniones con la dirigencia mapuche.
Hacia el mes de diciembre del año 1598 el gobernador y su séquito se reúnen a orillas del valle del río Curalaba, que actualmente correspondería a la comuna de Lumaco, en ese momento se producen discordias en ambas partes y, es precisamente aquí donde habrá una rebelión sorpresa en contra de los ibéricos llevada a cabo por Pelantaru, el cual se hace llamar a sí mismo “destructor de traros”, quien está al mando de un ejercito de promaucaes o pumas de la montaña, feroces en gran magnitud. De ahí debemos recordar los efectos catastróficos propinados a los peninsulares. Ahora bien ¿Por qué se conoce este hito histórico como desastre de Curalaba? ¿Por qué desastre? ¿si los mapuches, promaucaes, hilliches, pehuenches, entre otros, asumieron una actitud de defensa de sus tierras, de enfrentamiento en contra del invasor, y que por lo tanto era lo que cualquier pueblo hubiese hecho. Porque hablar de desastre si realmente el eslogan debiese ser victoria de Curalaba?... Un mito monstruoso que debemos develar.
Tras esta operación bélica promovida por los pumas de la montaña, se ha de precipitar la muerte del gobernador y su séquito, además de la destrucción de las ciudades del sur, entre ellas, La Imperial, Villarrica, Concepción, Tucapel, Valdivia, Cañete y Purén. El fuego accionado por Pelantaru alcanzó también a los lavaderos de oro y plata de Quila – Coya. ¿Y después de la victoria de Curalaba, dónde quedó reducido el magnánimo ejército del imperio de los Habsburgo del rey Felipe II? En ese momento se fija la frontera hispano – indígena en las riberas del Bio-Bio. En este sentido debemos señalar que las tierras conquistadas pertenecían al rey, que no había ni siquiera un indígena dueño de nada. Ahora bien, después de que el ejército español se replegó en dirección norte del Bio-Bio, ¿Dónde quedó el lema y estilo de la casa reinante de los Austria mayores o Habsburgo, que planteaba: “En mis tierras el sol nunca se esconde”? a mi juicio el repliegue de las fuerzas hispanas lapidó ese lema. La victoria de Curalaba fue el gatillante y epitafio para la grandeza del imperio colonial español.
Los peninsulares no vieron mas allá de sus narices, de manera que asociaron al mapuche, al promaucae, al pehuenche, al huilliche como los demás pueblos conquistados en México, en el Perú, tales como tlaxcaltecas, aztecas, incas, entre otros. Sin embargo el ethos de los habitantes del Chile central, llevaría a los grandes conquistadores hispanos a reconsiderar que estos contaban con una identidad propia mas allá de la piel, ojos, tejido, pelo, forma y figura. Desde el capitán de la conquista en adelante los españoles tendrían que asumir sus propias consecuencias… ver denostadas sus fuerzas y aprender a pelear como hombres.
Sin embargo, la Historia les enseñará a los ibéricos a no cometer los mismos errores, el ejército español bajo el mando del gobernador Alonso de Ribera, quien llega desde Europa luego de pelear en Flandes, norte de Europa, adyacente a Calais, (localidad francesa), región que es absorbida por el colosal imperio español, quien tardíamente asentado en el reyno de Chile, apeló a disolver y poner fin al ejército amateur, financiado con la derrama, que era un impuesto temporal o extraordinario, en el fondo, era el dinero que sobraba, de los cofres del quinto real. “migajas”. En consecuencia optó definitivamente por la creación de un ejército profesional, comprendido en artillería, caballería e infantería; un ejército dedicado por completo a la guerra, el real situado, aprobado por Felipe III de Habsburgo. El real situado era una cantidad más que considerable de dinero, para mantener a dos mil soldados en actividad. Nuestra victoria de Curalaba fue un aprendizaje doloroso, se le asestó al invasor español un golpe tan severo que lo llevará a crear un ejército con la mayor rigurosidad militar, se creó un ejército de primera categoría.
Por otra parte, la situación en que se encontraban los conquistadores era terriblemente desesperante y, mas aún, para el propio Valdivia, quién a pesar de todas las adversidades y hostilidades por parte de los temibles, feroces e indómitos nativos del Chile central, se mantuvo firme y no vaciló en cumplir con su objetivo principal: “el total dominio del territorio”. Sin embargo los españoles no pudieron contraponerse de manera total y definitiva a la efectiva resistencia de los mapuches. En este sentido Álvaro Jara afirma lo siguiente: “Conocidos son los acontecimientos que precipitaron la muerte de Pedro de Valdivia y los que a ella siguieron. El mal que consumió al primer conquistador lo heredaron sus sucesores. El territorio no se sometió, la guerra se hizo eterna e inacabable”[4].
El autor Leonardo León Solís en “La guerra de los Lonkos en Chile central”, postula a modo categórico: “(…) cuando los españoles entraron a Chile, se encontraron con una sociedad tribal altamente militarizada, organizada en torno a los Lonkos, verdaderos agentes de cohesión social, que actuarían como sus interlocutores”[5].
Es evidente que éstos habitantes poseían características que los diferenciaban de manera muy notoria, en contraste con los demás pueblos del norte y del extremo austral de nuestro País. De acuerdo a Patricio Cerda: “Amplios estudios históricos han descrito con detalles el curso, las acciones y las vicisitudes del proceso en Chile y los efectos devastadores de la lucha armada sobre las poblaciones indígenas entre los años 1540 y 1641, cuando se establece una frontera en las márgenes del río Bío-Bío y cesa temporalmente, el ruido de las armas ibéricas”[6].
Al presentar batalla y, a través de ataques sorpresivos, estos bravos guerreros actuaban con una destreza única, desarrollando tácticas y estrategias militares que en ocasiones trastornaron a los soldados castellanos. De manera que éste linaje guerrero representó muchas veces una verdadera muralla humana inexpugnable, una fortaleza de guerreros excepcionales que detuvieron y limitaron definitivamente el avance del dominio español. Estos aguerridos habitantes amantes de su tierra, de sus orígenes propios. El cariño hacia sus raíces, el apego a su “Mapu”, proviene de sus principios ancestrales y de la heredad recibida por medio de un antepasado común, ya sea éste mítico – mágico – religioso, propio de su cultura. Concordamos con lo expuesto por Patricio Cerda en cuanto a la forma de resistencia militar, ante los enfrentamientos entre peninsulares e indígenas del norte y centro de Chile. En esta misma orientación este historiador propone: “En este contexto de guerra de frontera sur occidental y génesis histórica de la nueva sociedad, la respuesta de los indígenas del norte semiárido a través de levantamientos e insurrecciones bélicas tiene características similares a con la zona centro-sur, limitada a los años 1540- 1553”[7].
Por otra parte, la excelsa organización militar en que eran instruidos desde pequeños y en la cual eran formados, está claramente definida en mayor sentido a modo de una verdadera educación, de una sociedad tribal regida por una compacta solidez miliciana. Ya desde muy pequeños los mapuches eran puestos a prueba, de manera tal que éstos pudiesen desenvolverse en el medio natural tan hostil. A medida que el hombre mapuche alcanzaba la adolescencia a la edad de catorce años, era instruido en la gimnasia, disciplina que consistía en fortalecer el vigor y el físico de éstos jóvenes.
De manera similar, los mapuches, practicaban algunos juegos de atletismo tales como: (la chueca, pelotas, levantamiento de piedras o de troncos); éstas actividades se realizaban con la finalidad de medir la fuerza física y competir por ser el mas fuerte. En este sentido, cabe hacer una analogía con el pueblo tártaromongol que precipitó hacia el siglo V la caída del glorioso imperio romano de occidente y, no limitándose a este asoló el territorio de los Balcanes amenazando a Constantinopla en el imperio romano de oriente, me refiero, a los hunos comandados por Atila, quien se hacía llamar a sí mismo “el azote de Dios”. Tanto entre los hunos como entre los mapuches, el poder no se adquiría por linaje, sino que se detentaba por ser el más fuerte, Pelantaru, Leftraru, Caufullican y Atila lo eran entre los hunos y los mapuches.
Cabe hacer mención de la sólida preparación militar de éste pueblo, en sus virtudes guerreras, sus hazañas heroicas, sus arengas y su valentía en el campo de batalla; a modo de semejanza del guerrero espartano, si nos detuviésemos a observar nos daríamos cuenta de la valentía y la ferocidad de éste soldado de la Grecia clásica, vale decir simplemente: “si hay algún pueblo en toda la Historia de la humanidad que merece el honor y la honra de ser comparado con los sublimes espartanos, éste debe ser indiscutiblemente el pueblo mapuche”.
En tiempos de paz, los mapuches se regían por una autoridad denominada con el nombre de lonkos, estos jefes actuaban como verdaderos agentes de comunicación, a modo de intermediarios para tomar acuerdos con los invasores peninsulares, por medio del diálogo entre ambas partes. En contraste con lo anterior mencionado encontramos a los Toquis que representaban ser los jefes de guerra. Estos grandes dirigentes belicosos estaban al mando de un gran número de guerreros entrenados y adiestrados en el manejo y utilización de las armas. Leonardo León Solís hace mención a esto de la siguiente forma: “(…) el choque armado, la lucha cuerpo a cuerpo, la destrucción física o el cautiverio, eran precedidos por una batalla ritual de palabras y gestos”[8].
A diferencia de lo anterior, se puede ver con claridad el dominio hispano al norte de los pueblos belicosos y, por ende el producto de aquello que se ve reflejado en todas aquellas instituciones de orden Político – Administrativo y Económico, de los recursos naturales aprovechados, fiscalizados y explotados por medio de una mano de obra indígena, denominada mita y, posteriormente mestiza, por orden del imperio español. Ciertamente el hombre peninsular era dueño y señor de prácticamente todo lo que el territorio conocido y explorado por éstos albergaba, asegurando de ésta manera el futuro del capitalista avasallador. Partiendo claramente de la noción de sociedad medieval en descomposición, con la cual se familiarizaron los ibéricos en el reyno de Chile. Y a partir de aquella configuración social medieval-feudal descompuesta estructuraron la maquinaria de la sociedad.
¿Hubiese existido la posibilidad de levantarse y rebelarse contra el dominio opresor?, evidentemente estas instituciones estaban creadas con el fin de resguardar el orden en beneficio primeramente del español y, después claro, del indígena, y por lo tanto habría sido muy improbable un levantamiento generalizado, y en masa. Juan Guillermo Muñoz Correa postula lo siguiente: “(…) el principal objetivo de la real hacienda era, además de velar por el aumento de las entradas, la administración y cuidado de las rentas y bienes reales teniendo como tarea básica las cobranzas y pagos, y la custodia y reparto de pertrechos y alimentos”[9].
El poder y dominio español se habían consolidado de manera tremendamente compacta, los peninsulares manejaban todos los recursos que encontraban y de los cuales se apoderaban de manera incondicional, en beneficio del dominio hispano. La dominación hacia los pueblos originarios, aunque de alguna u otra manera fue un extenuante trabajo, en la cual el europeo en cada detalle estudió con un alto criterio, se afirmó, y los peninsulares se adueñaron de sus tierras. No obstante aquella tarea propuesta por los europeos no fue tan simple, de manera que, los mapuches, promaucaes, huilliches, pehuenches, entre otros pueblos del sector centro – sur de Chile, -tras la entrada de los hispanos al territorio-, promovieron una estrategia que habían utilizado contra los incas hacia los años 1470 – 1536, la cual consistía en la defensa de los sitios guarnecidos y fuertes, como también la migración masiva hacia las tierras libres, quemando y destruyendo a su paso todo lo que representaba ser útil al enemigo, cosechas y ganados. Esta misma estrategia la habría de utilizar el ejército soviético cuatro siglos después, en junio de 1941 cuando las tropas de Hitler invadieron La Unión de repúblicas Socialistas Soviéticas, fracasando así los planes germanos en la segunda guerra mundial.
El cronista español, Gerónimo De Bibar, afirmó lo siguiente: “(…) y cuando fueron adonde el cacique les había mandado no lo hallaron y trajeron las mujeres sin el oro. Dijo Michimalongo que no hiciesen mal a sus mujeres, y que el era su prisionero, y que todo era suyo: “A ti te lo doy y a ti lo ofrezco, y de aquí en adelante te serviré como debo”[10].
Desde el punto de vista de la minería, generalizada, hacia el norte chico de nuestro país, la labor propiamente dicha, ejercida por aquellas personas reflejaba lo extremadamente precario en que se desenvolvían éstos trabajadores mineros, todo lo cual iba en detrimento del pobre hombre sometido a los vejámenes mas grandes desde el punto de vista económico, social, nutricional y de la salud de éste.
Este hombre exigido laboralmente, y abusado al momento de la retribución, olvidaba y ahogaba sus penas en compañía del vino y de las mujeres. Jorge Pinto Rodríguez, al respecto postula lo siguiente: “(…) el otro plano tiene que ver con los peones y se refiere al sentido social, casi ritual que adquirió el consumo de alcohol. Este revistió un carácter convivial, ordenador de la vida social y estimuladora de las diversiones y fantasías populares”[11].
Evidentemente aquel hombre bruto al estar expuesto a todos aquellos peligros a los que era vulnerable, tenía un marcado apego a la religiosidad propiamente tal del lugar encomendando su vida a la virgen y a todas aquellas imágenes religiosas, que giraban en torno a la vida del minero.
En conclusión reafirmamos lo establecido en la hipótesis preliminar en donde se establecen las dificultades que tuvieron los conquistadores para colonizar nuestro territorio, pero al mismo tiempo, las habilidades que desarrollaron para tomar control y manejar todos los aspectos de la vida de los pueblos conquistados. Es así como en el presente ensayo se han analizado y confirmado los puntos esenciales de la hipótesis planteada al principio de éste.
* Estudiante de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales Universidad Pedro de Valdivia, La Serena.
[1] De Cerda Carrillo, Patricio, Patrimonio Cultural Indígena, Norte Semiárido de Chile, Ed. Patricio Cerda Carrillo, La Serena, Chile, 2008, p.110.
[2] Ibíd. De Cerda Carrillo, Patricio, Patrimonio Cultural…, Ed. Patricio Cerda Carrillo, La Serena, Chile, 2008, p.110.
[3] De León Solís, Leonardo, Maloqueros y Conchavadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800, Ediciones Universidad de la Frontera Serie Quinto Centenario, Temuco, Chile, 1991, p.21.
[4] De Jara, Álvaro, Guerra y Sociedad en Chile, Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1981, p.21.
[5] De León Solís, Leonardo, La Guerra de los Lonkos en Chile Central, Revista Chungará, Nº 14, Institute of Latín American Studies Universidad de Londres, Arica, Chile, 1985, p.3.
[6] De Cerda Carrillo, Patricio, Patrimonio Cultural…, Ed. Patricio Cerda Carrillo, La Serena, Chile, 2008, p.110.
[7] op. cit, p.111.
[8] De León Solís, Leonardo, La Guerra de los Lonkos en Chile Central, Revista Chungará, Nº 14, Institute of Latín American Studies Universidad de Londres, Arica, Chile, 1985, p.1.
[9] De Muñoz Correa, Juan Guillermo, Universidad de Santiago de Chile, Real Hacienda y Oficiales Reales Chile, Siglo XVI, Ediciones Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile, 1982, p.84.
[10] De Bibar, Gerónimo, Crónica y Relación Copiosa y Verdadera de los Reynos de Chile. Edición Facsimilar y a Plana del Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina, Santiago, Chile, (1558), 1966, p.96.
[11] De Pinto Rodríguez, Jorge, Universidad de la Frontera, Agro Colonial, Tras la huella de los paraísos artificiales. Mineros y campesinos de Copiapó. 1700 – 1850, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, Chile, p.107.
“Cabalgo en circulo,
Llevado por el aliento de los animales
que te ofrecí en sacrificio, galopo, galopo,
soñando voy por los caminos del cielo
de todos lados vienen a saludarme las estrellas,
oh!, anciana, anciano
doncella y joven
de la tierra de arriba
en vuestro azul se regocija mi sangre.
Elicura Chihuailaf
De sueños y contrasueños, 1995.
X Abner Adaros Mundaca*
Este ensayo tiene como objetivo explicar a modo de referencia el control total, en parte del territorio, exceptuando la zona centro-sur de nuestro país por los españoles, destacando además el establecimiento de aquellas Instituciones coloniales, según el modelo de vida conquistador.
¿Qué factores hicieron posible una resistencia mas encarnizada de los pueblos de la zona centro-sur de nuestro país en contraste con los demás pueblos originarios de Chile; además de la función Institucional que comenzó a surgir en pos de la dominación Castellana?
El apego natural ancestral de los pueblos de la zona centro-sur a su tierra unida a la belicosidad innata del indígena, su excelsa organización militar tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra; por otra parte la necesidad, habilidad e inteligencia del español por crear instituciones, con el fin de regular los aspectos políticos y económicos, todo lo cual conllevó a asegurar y potencializar aún mas el dominio de los europeos en nuestro país.
Los pueblos nativos del Chile pre – hispano ubicados en el sector norte de nuestro país tales como: (Atacameños, Diaguitas, Camanchacas) fueron fácilmente sometidos juntamente con sus territorios al dominio de los conquistadores peninsulares. Para el historiador Patricio Cerda, en Patrimonio Cultural Indígena, Norte Semiárido de Chile: “Los pueblos originarios del norte semiárido no estuvieron ajenos a las “guerras de conquistas” en las fronteras al sur del imperio, tal cual ocurrió en las tierras americanas. En efecto, la entrada de los hispanos se produce en el valle de Copiapó, con exploraciones y avances hasta el valle de Aconcagua, entre los años 1535 – 1536”[1]. Siguiendo con este autor: “El registro de la crónica ibérica permite documentar las “primeras crueldades de los conquistadores españoles en el territorio chileno” (…)[2].
Pero a medida que éstos se iban internando en dirección sur de nuestro territorio se encontraron con pueblos a los cuales les costó dominar más, uno de los cuales, el pueblo Mapuche durante sucesivas guerras jamás fue sometido. Ante ésta situación los conquistadores españoles se vieron obligados a establecer con ellos variados pactos y fronteras que frenaron en parte las pretensiones castellanas de dominar todo el territorio austral. Se conoce también como relaciones de colaboración que se ven manifestadas a través de los parlamentos hacia 1641 con las paces de Quillín.
Para situarnos en este contexto debemos acudir al punto axial, referido a la guerra de Arauco. Es necesario hacer un paréntesis en este punto. El debate de la historiografía actual señala una serie de hipótesis y teorías que se yuxtaponen y así también se contraponen una con otra. Parafraseando a Sergio Villalobos la guerra de Arauco sería intensa solo hasta 1650. Jorge Pinto Rodríguez concuerda con los planteamientos de Villalobos. Este último devela lo siguiente: hacia 1650 mediante la conquista peninsular e invasión, se configura un espacio fronterizo, para Pinto Rodríguez este momento constituye el fin de la guerra de Arauco.
Es necesario, en esta discusión historiográfica, parafrasear a Leonardo León Solís, para este autor hay una guerra total entre 1550 – 1650, de ahí en adelante surgirán nuevos protagonistas para continuar la lucha, a través de los maloqueros, quienes son respectivamente indígenas, pehuenches, mapuches, huilliches; en tanto que los conchavadores, figuran como españoles mestizos, pobres. Todo lo cual representan nuevas formas para la guerra.
En este sentido Leonardo León postula: “Para los maloqueros, la lucha contra los españoles era una actividad casual e irregular que no estaba regida por los preceptos ancestrales del admapu y cuyo ethos era el oportunismo del ladron. Después de concluida la invasión, los conas retornaban a la paz de sus rehues para reasumir la vida de conchavadores, plateros guerreros en los ejércitos araucanos: el lonko maloquero retornaba con suficientes riquezas y prestigio que le permitían asumir status de ulmen o de Cacique Gobernador”[3]. Es preciso también comentar lo planteado por José Bengoa, para Bengoa la guerra de Arauco sería una invasión y expresión de intolerancia de parte de los peninsulares hacia los pueblos originarios, de manera que los conflictos coloniales aún no se han resuelto hoy.
Sergio Villalobos en sus estudios fronterizos propone que hacia 1650 se habría puesto fin a la guerra total, además de configurarse un espacio fronterizo. Sin embargo, los trescientos años de guerra planteados por los otros historiadores, - según Villalobos-, sería un gran mito.
Bajo estas circunstancias y condiciones los soldados de España debieron establecer con ellos una especie de guerra defensiva o misional, llevada a cabo por el padre Luis de Valdivia entre 1612 – 1626, solamente un dato a destacar. Luis de Valdivia se adentró al territorio mapuche, sin embargo esta expedición fue un completo fracaso… los mapuches despedazaron a los hombres que acompañaban a Valdivia. En consecuencia estos hitos llevaron a muchos hispanos a considerar nuestro país como un territorio inhóspito de pocas riquezas y de gente belicosa. Parafraseando al poeta y capitán madrileño Alonso de Ercilla y Zúñiga en su célebre obra “La Araucana” menciona a modo de ejemplo lo siguiente:
“Chile, Fértil Provincia y señalada
en la región Antártica famosa
de remotas naciones respetada
por fuerte, principal y poderosa
la gente que produce es tan granada
tan soberbia, gallarda y belicosa
que no ha sido por rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida”.
Cuando Alonso de Ercilla y Zúñiga escribe La Araucana por orden del gobernador García Hurtado de Mendoza, invitado por esta alta autoridad indiana, el poeta debe cumplir el objetivo propuesto de registrar las obras del gobernador, ensalzar, el trabajo desarrollado por Hurtado de Mendoza, no obstante, va a suceder lo contrario; el poeta madrileño lo que hará será exaltar el valor mapuche.
El párrafo anterior es solo una muestra de la calidad oratoria de su escritor. El gobernador se entera de lo escrito por Alonso de Ercilla, se ofusca con el poeta hasta el desencanto y, será allí cuando García Hurtado de Mendoza decide pagar por un texto elaborado por el inca Garcilazo de la Vega. Este poeta incaico, escribe “Arauco domado”. La presente obra llega a manos del padre del gobernador, quien en aquel entonces es nada menos que el Virrey del Perú. La noticia es bien recibida por la máxima autoridad indiana, halagando a su hijo quien “ha derrotado y apaciguado a los indómitos mapuches”. No empero García Hurtado de Mendoza, regresa al Perú hacia 1561 confiado de que ha terminado la conquista.
¿Pero que sucedió después de la partida de Hurtado de Mendoza? El nuevo gobernador que se avecinaba no era otro que Martín García Oñez de Loyola, quien arribó desde el Perú. Este español tiene una meta “conquistar a los mapuches”, llega al estrecho de Magallanes, con deseos de ambición, en busca de mano de obra y por supuesto para asegurar estabilidad de la capitanía del Reyno de Chile. Su política será mediante la vía de la diplomacia, pacíficamente, a través de un entendimiento con los líderes mapuches, por medio de reuniones con la dirigencia mapuche.
Hacia el mes de diciembre del año 1598 el gobernador y su séquito se reúnen a orillas del valle del río Curalaba, que actualmente correspondería a la comuna de Lumaco, en ese momento se producen discordias en ambas partes y, es precisamente aquí donde habrá una rebelión sorpresa en contra de los ibéricos llevada a cabo por Pelantaru, el cual se hace llamar a sí mismo “destructor de traros”, quien está al mando de un ejercito de promaucaes o pumas de la montaña, feroces en gran magnitud. De ahí debemos recordar los efectos catastróficos propinados a los peninsulares. Ahora bien ¿Por qué se conoce este hito histórico como desastre de Curalaba? ¿Por qué desastre? ¿si los mapuches, promaucaes, hilliches, pehuenches, entre otros, asumieron una actitud de defensa de sus tierras, de enfrentamiento en contra del invasor, y que por lo tanto era lo que cualquier pueblo hubiese hecho. Porque hablar de desastre si realmente el eslogan debiese ser victoria de Curalaba?... Un mito monstruoso que debemos develar.
Tras esta operación bélica promovida por los pumas de la montaña, se ha de precipitar la muerte del gobernador y su séquito, además de la destrucción de las ciudades del sur, entre ellas, La Imperial, Villarrica, Concepción, Tucapel, Valdivia, Cañete y Purén. El fuego accionado por Pelantaru alcanzó también a los lavaderos de oro y plata de Quila – Coya. ¿Y después de la victoria de Curalaba, dónde quedó reducido el magnánimo ejército del imperio de los Habsburgo del rey Felipe II? En ese momento se fija la frontera hispano – indígena en las riberas del Bio-Bio. En este sentido debemos señalar que las tierras conquistadas pertenecían al rey, que no había ni siquiera un indígena dueño de nada. Ahora bien, después de que el ejército español se replegó en dirección norte del Bio-Bio, ¿Dónde quedó el lema y estilo de la casa reinante de los Austria mayores o Habsburgo, que planteaba: “En mis tierras el sol nunca se esconde”? a mi juicio el repliegue de las fuerzas hispanas lapidó ese lema. La victoria de Curalaba fue el gatillante y epitafio para la grandeza del imperio colonial español.
Los peninsulares no vieron mas allá de sus narices, de manera que asociaron al mapuche, al promaucae, al pehuenche, al huilliche como los demás pueblos conquistados en México, en el Perú, tales como tlaxcaltecas, aztecas, incas, entre otros. Sin embargo el ethos de los habitantes del Chile central, llevaría a los grandes conquistadores hispanos a reconsiderar que estos contaban con una identidad propia mas allá de la piel, ojos, tejido, pelo, forma y figura. Desde el capitán de la conquista en adelante los españoles tendrían que asumir sus propias consecuencias… ver denostadas sus fuerzas y aprender a pelear como hombres.
Sin embargo, la Historia les enseñará a los ibéricos a no cometer los mismos errores, el ejército español bajo el mando del gobernador Alonso de Ribera, quien llega desde Europa luego de pelear en Flandes, norte de Europa, adyacente a Calais, (localidad francesa), región que es absorbida por el colosal imperio español, quien tardíamente asentado en el reyno de Chile, apeló a disolver y poner fin al ejército amateur, financiado con la derrama, que era un impuesto temporal o extraordinario, en el fondo, era el dinero que sobraba, de los cofres del quinto real. “migajas”. En consecuencia optó definitivamente por la creación de un ejército profesional, comprendido en artillería, caballería e infantería; un ejército dedicado por completo a la guerra, el real situado, aprobado por Felipe III de Habsburgo. El real situado era una cantidad más que considerable de dinero, para mantener a dos mil soldados en actividad. Nuestra victoria de Curalaba fue un aprendizaje doloroso, se le asestó al invasor español un golpe tan severo que lo llevará a crear un ejército con la mayor rigurosidad militar, se creó un ejército de primera categoría.
Por otra parte, la situación en que se encontraban los conquistadores era terriblemente desesperante y, mas aún, para el propio Valdivia, quién a pesar de todas las adversidades y hostilidades por parte de los temibles, feroces e indómitos nativos del Chile central, se mantuvo firme y no vaciló en cumplir con su objetivo principal: “el total dominio del territorio”. Sin embargo los españoles no pudieron contraponerse de manera total y definitiva a la efectiva resistencia de los mapuches. En este sentido Álvaro Jara afirma lo siguiente: “Conocidos son los acontecimientos que precipitaron la muerte de Pedro de Valdivia y los que a ella siguieron. El mal que consumió al primer conquistador lo heredaron sus sucesores. El territorio no se sometió, la guerra se hizo eterna e inacabable”[4].
El autor Leonardo León Solís en “La guerra de los Lonkos en Chile central”, postula a modo categórico: “(…) cuando los españoles entraron a Chile, se encontraron con una sociedad tribal altamente militarizada, organizada en torno a los Lonkos, verdaderos agentes de cohesión social, que actuarían como sus interlocutores”[5].
Es evidente que éstos habitantes poseían características que los diferenciaban de manera muy notoria, en contraste con los demás pueblos del norte y del extremo austral de nuestro País. De acuerdo a Patricio Cerda: “Amplios estudios históricos han descrito con detalles el curso, las acciones y las vicisitudes del proceso en Chile y los efectos devastadores de la lucha armada sobre las poblaciones indígenas entre los años 1540 y 1641, cuando se establece una frontera en las márgenes del río Bío-Bío y cesa temporalmente, el ruido de las armas ibéricas”[6].
Al presentar batalla y, a través de ataques sorpresivos, estos bravos guerreros actuaban con una destreza única, desarrollando tácticas y estrategias militares que en ocasiones trastornaron a los soldados castellanos. De manera que éste linaje guerrero representó muchas veces una verdadera muralla humana inexpugnable, una fortaleza de guerreros excepcionales que detuvieron y limitaron definitivamente el avance del dominio español. Estos aguerridos habitantes amantes de su tierra, de sus orígenes propios. El cariño hacia sus raíces, el apego a su “Mapu”, proviene de sus principios ancestrales y de la heredad recibida por medio de un antepasado común, ya sea éste mítico – mágico – religioso, propio de su cultura. Concordamos con lo expuesto por Patricio Cerda en cuanto a la forma de resistencia militar, ante los enfrentamientos entre peninsulares e indígenas del norte y centro de Chile. En esta misma orientación este historiador propone: “En este contexto de guerra de frontera sur occidental y génesis histórica de la nueva sociedad, la respuesta de los indígenas del norte semiárido a través de levantamientos e insurrecciones bélicas tiene características similares a con la zona centro-sur, limitada a los años 1540- 1553”[7].
Por otra parte, la excelsa organización militar en que eran instruidos desde pequeños y en la cual eran formados, está claramente definida en mayor sentido a modo de una verdadera educación, de una sociedad tribal regida por una compacta solidez miliciana. Ya desde muy pequeños los mapuches eran puestos a prueba, de manera tal que éstos pudiesen desenvolverse en el medio natural tan hostil. A medida que el hombre mapuche alcanzaba la adolescencia a la edad de catorce años, era instruido en la gimnasia, disciplina que consistía en fortalecer el vigor y el físico de éstos jóvenes.
De manera similar, los mapuches, practicaban algunos juegos de atletismo tales como: (la chueca, pelotas, levantamiento de piedras o de troncos); éstas actividades se realizaban con la finalidad de medir la fuerza física y competir por ser el mas fuerte. En este sentido, cabe hacer una analogía con el pueblo tártaromongol que precipitó hacia el siglo V la caída del glorioso imperio romano de occidente y, no limitándose a este asoló el territorio de los Balcanes amenazando a Constantinopla en el imperio romano de oriente, me refiero, a los hunos comandados por Atila, quien se hacía llamar a sí mismo “el azote de Dios”. Tanto entre los hunos como entre los mapuches, el poder no se adquiría por linaje, sino que se detentaba por ser el más fuerte, Pelantaru, Leftraru, Caufullican y Atila lo eran entre los hunos y los mapuches.
Cabe hacer mención de la sólida preparación militar de éste pueblo, en sus virtudes guerreras, sus hazañas heroicas, sus arengas y su valentía en el campo de batalla; a modo de semejanza del guerrero espartano, si nos detuviésemos a observar nos daríamos cuenta de la valentía y la ferocidad de éste soldado de la Grecia clásica, vale decir simplemente: “si hay algún pueblo en toda la Historia de la humanidad que merece el honor y la honra de ser comparado con los sublimes espartanos, éste debe ser indiscutiblemente el pueblo mapuche”.
En tiempos de paz, los mapuches se regían por una autoridad denominada con el nombre de lonkos, estos jefes actuaban como verdaderos agentes de comunicación, a modo de intermediarios para tomar acuerdos con los invasores peninsulares, por medio del diálogo entre ambas partes. En contraste con lo anterior mencionado encontramos a los Toquis que representaban ser los jefes de guerra. Estos grandes dirigentes belicosos estaban al mando de un gran número de guerreros entrenados y adiestrados en el manejo y utilización de las armas. Leonardo León Solís hace mención a esto de la siguiente forma: “(…) el choque armado, la lucha cuerpo a cuerpo, la destrucción física o el cautiverio, eran precedidos por una batalla ritual de palabras y gestos”[8].
A diferencia de lo anterior, se puede ver con claridad el dominio hispano al norte de los pueblos belicosos y, por ende el producto de aquello que se ve reflejado en todas aquellas instituciones de orden Político – Administrativo y Económico, de los recursos naturales aprovechados, fiscalizados y explotados por medio de una mano de obra indígena, denominada mita y, posteriormente mestiza, por orden del imperio español. Ciertamente el hombre peninsular era dueño y señor de prácticamente todo lo que el territorio conocido y explorado por éstos albergaba, asegurando de ésta manera el futuro del capitalista avasallador. Partiendo claramente de la noción de sociedad medieval en descomposición, con la cual se familiarizaron los ibéricos en el reyno de Chile. Y a partir de aquella configuración social medieval-feudal descompuesta estructuraron la maquinaria de la sociedad.
¿Hubiese existido la posibilidad de levantarse y rebelarse contra el dominio opresor?, evidentemente estas instituciones estaban creadas con el fin de resguardar el orden en beneficio primeramente del español y, después claro, del indígena, y por lo tanto habría sido muy improbable un levantamiento generalizado, y en masa. Juan Guillermo Muñoz Correa postula lo siguiente: “(…) el principal objetivo de la real hacienda era, además de velar por el aumento de las entradas, la administración y cuidado de las rentas y bienes reales teniendo como tarea básica las cobranzas y pagos, y la custodia y reparto de pertrechos y alimentos”[9].
El poder y dominio español se habían consolidado de manera tremendamente compacta, los peninsulares manejaban todos los recursos que encontraban y de los cuales se apoderaban de manera incondicional, en beneficio del dominio hispano. La dominación hacia los pueblos originarios, aunque de alguna u otra manera fue un extenuante trabajo, en la cual el europeo en cada detalle estudió con un alto criterio, se afirmó, y los peninsulares se adueñaron de sus tierras. No obstante aquella tarea propuesta por los europeos no fue tan simple, de manera que, los mapuches, promaucaes, huilliches, pehuenches, entre otros pueblos del sector centro – sur de Chile, -tras la entrada de los hispanos al territorio-, promovieron una estrategia que habían utilizado contra los incas hacia los años 1470 – 1536, la cual consistía en la defensa de los sitios guarnecidos y fuertes, como también la migración masiva hacia las tierras libres, quemando y destruyendo a su paso todo lo que representaba ser útil al enemigo, cosechas y ganados. Esta misma estrategia la habría de utilizar el ejército soviético cuatro siglos después, en junio de 1941 cuando las tropas de Hitler invadieron La Unión de repúblicas Socialistas Soviéticas, fracasando así los planes germanos en la segunda guerra mundial.
El cronista español, Gerónimo De Bibar, afirmó lo siguiente: “(…) y cuando fueron adonde el cacique les había mandado no lo hallaron y trajeron las mujeres sin el oro. Dijo Michimalongo que no hiciesen mal a sus mujeres, y que el era su prisionero, y que todo era suyo: “A ti te lo doy y a ti lo ofrezco, y de aquí en adelante te serviré como debo”[10].
Desde el punto de vista de la minería, generalizada, hacia el norte chico de nuestro país, la labor propiamente dicha, ejercida por aquellas personas reflejaba lo extremadamente precario en que se desenvolvían éstos trabajadores mineros, todo lo cual iba en detrimento del pobre hombre sometido a los vejámenes mas grandes desde el punto de vista económico, social, nutricional y de la salud de éste.
Este hombre exigido laboralmente, y abusado al momento de la retribución, olvidaba y ahogaba sus penas en compañía del vino y de las mujeres. Jorge Pinto Rodríguez, al respecto postula lo siguiente: “(…) el otro plano tiene que ver con los peones y se refiere al sentido social, casi ritual que adquirió el consumo de alcohol. Este revistió un carácter convivial, ordenador de la vida social y estimuladora de las diversiones y fantasías populares”[11].
Evidentemente aquel hombre bruto al estar expuesto a todos aquellos peligros a los que era vulnerable, tenía un marcado apego a la religiosidad propiamente tal del lugar encomendando su vida a la virgen y a todas aquellas imágenes religiosas, que giraban en torno a la vida del minero.
En conclusión reafirmamos lo establecido en la hipótesis preliminar en donde se establecen las dificultades que tuvieron los conquistadores para colonizar nuestro territorio, pero al mismo tiempo, las habilidades que desarrollaron para tomar control y manejar todos los aspectos de la vida de los pueblos conquistados. Es así como en el presente ensayo se han analizado y confirmado los puntos esenciales de la hipótesis planteada al principio de éste.
* Estudiante de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales Universidad Pedro de Valdivia, La Serena.
[1] De Cerda Carrillo, Patricio, Patrimonio Cultural Indígena, Norte Semiárido de Chile, Ed. Patricio Cerda Carrillo, La Serena, Chile, 2008, p.110.
[2] Ibíd. De Cerda Carrillo, Patricio, Patrimonio Cultural…, Ed. Patricio Cerda Carrillo, La Serena, Chile, 2008, p.110.
[3] De León Solís, Leonardo, Maloqueros y Conchavadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800, Ediciones Universidad de la Frontera Serie Quinto Centenario, Temuco, Chile, 1991, p.21.
[4] De Jara, Álvaro, Guerra y Sociedad en Chile, Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1981, p.21.
[5] De León Solís, Leonardo, La Guerra de los Lonkos en Chile Central, Revista Chungará, Nº 14, Institute of Latín American Studies Universidad de Londres, Arica, Chile, 1985, p.3.
[6] De Cerda Carrillo, Patricio, Patrimonio Cultural…, Ed. Patricio Cerda Carrillo, La Serena, Chile, 2008, p.110.
[7] op. cit, p.111.
[8] De León Solís, Leonardo, La Guerra de los Lonkos en Chile Central, Revista Chungará, Nº 14, Institute of Latín American Studies Universidad de Londres, Arica, Chile, 1985, p.1.
[9] De Muñoz Correa, Juan Guillermo, Universidad de Santiago de Chile, Real Hacienda y Oficiales Reales Chile, Siglo XVI, Ediciones Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile, 1982, p.84.
[10] De Bibar, Gerónimo, Crónica y Relación Copiosa y Verdadera de los Reynos de Chile. Edición Facsimilar y a Plana del Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina, Santiago, Chile, (1558), 1966, p.96.
[11] De Pinto Rodríguez, Jorge, Universidad de la Frontera, Agro Colonial, Tras la huella de los paraísos artificiales. Mineros y campesinos de Copiapó. 1700 – 1850, Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, Chile, p.107.
6 comentarios:
asi me gusta....ojala sigan publicando mas
se viene,se viene...un neo historiador...
ensayo terrible e chanchoo.....wena abner DIGNO REPRESENTATE DE LA VIGENCIA DE GIRO!!!
RMJ
Excelente...
¿Garcilazo era Inca?...
Me pareció un excelente trabajo, tiene un fondo que rescata la verdad sobre la bravura y heroicidad de nuestros pueblos originarios, genuinos representantes de la raza chilena, culturalmente mal enseñados en nuestras escuelas básica y medias, tan vilipendiados hoy en día por los gobiernos de turnos, perfecta comparación con otros pueblos en otras latitudes. Como crítica al autor debe asesorarse en la presentación ortográfica de su trabajo. Muy bueno.
AYAM.
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